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entrar es fácil... salir es difícil...
...el corredor de bolsa volvió a su puesto quien sabe a qué personales maquinaciones. la bolsa sube y baja de acuerdo al volumen de conspiraciones de wall street / en la ventanilla reposa una enorme pila de fajos de dólares junto con títulos valores
-¡“en dios confiamos”! -grita el corredor-
-“los demás pagan al contado” -responde el de la caja-
Esa mañana había un copioso flujo de circulante y de traspaso de acciones. desde sus ajetreadas cuevas, los bolseros, cajeros y corredores trasiegan angustias revueltas con metálico, lamentos de seres anónimos, pesadillas invadidas de devoradores inhumanos pisoteando angusteadas ilusiones. un aire pesado de fatídicos crujidos se posesiona del ambiente...
el hombre de chaqueta negra y gafas oscuras se acerca, de súbito saca a relucir una cuarenta y cinco nuevecita con cachas de concha nácar, acabadita de comprar
el de la caja lo ve y ni corto ni perezoso cierra de prisa y pasa el cerrojo. el de la bolsa gira sobre sí mismo y le mira incrédulo al notar la escuadra en su mano. al instante palpa con horror la furia hedonista de su sed de venganza
por un momento queda perplejo, sin aliento, pero enseguida recobra el aplomo y esperando que todo fuera una broma, le pregunta: -¿viene a invertir?-
¡no! –fue la dura respuesta- y agregó rotundo:
vengo a advertir qué cobraré la deuda que tienen con el pueblo aun por encima de la evidencia de los escombros
el de la bolsa tragó saliva espesa, estaba aterrorizado y sudaba copiosamente. no dio tiempo para más, enseguida se oyó un ¡BANG! seco y agudo. menudearon voces y alaridos de espanto, aquello se convirtió en una babel un pandemónium con la marca del infierno...
la bala tomó pista y la marca del impacto del disparo se dibujó como un rojinegro redondel en la frente del bolsista... que, mientras se desplomaba, ya viajaba raudo a las penumbras del seol
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